
te pienso de vez en cuando y me pregunto si no será producto de mi imaginación las facciones de tu rostro o las dos gotitas azules que se posaban sobre tus pómulos, me da miedo que ya no me importe, y lo más probable es que me he acostumbrado a tu ausencia y a recordarte como una leyenda, como algo mítico que quizás tuvo un origen que es desconocido.
Me da miedo olvidar tu figura, tus colores, tus surcos, ya he olvidado tus expresiones, tus palabras y, poco a poco el sonido de la melodía que te caracteriza también se va perdiendo, se va fundiendo entre la niebla, se va. . . se va. . . como la inocencia que se la lleva la vida.
¿Qué será de aquel que solía ser mi héroe dorado, de aquel que creía que por nosotros daría la vida? Claramente no te culpo en parte por esto último, por los inexplicables hechos, por el humo que dejó tu rápida partida. . . pero si te culpo por haber creado la ilusión en seres que la inocencia era su esencia, que no creían en las mentiras ni en la maldad e, incluso, no te culpo por haber llenado de miedo a aquella que nos dio la vida, aquella que se desvive por nosotros, por haber engendrado en ella a una fiera que constantemente la ataca, que la daña, que hace que se muera de pena. . . esa fiera grande, negra y horrible, que también habitaba en ti, y que la engendraron tus padres, las circunstancias, que se traspasó de generación en generación y que claramente, proviene de tu genética.
Podría tener mil razones para buscarte, razones de sobra para pedir que vuelvas. . . pero aún no habita en mi la necesidad de verte ni de hablarte.
Eres como el desaparecido que duerme en algún lugar de los sueños, de la locura, de la enfermedad, y que como un niño atormentado se acurruca en el regazo de las sombras, del vicio y la miseria. . .
O eso es lo que yo imagino.
Aún así no te juzgo. No tengo las herramientas necesarias y podría llegar a ser injusto. Perdón por las últimas palabras que llegaron a tu mente con realidad distorsionada, pero en ese momento, me invadía la rabia. Ahora es distinto, a medida que van pasando los años y comienzo a crecer y llenar de alguna forma el vacío, ya no sé cómo excusarte, porque cada idea nueva que logra compasivamente darme una respuesta. . . es falsa o, quizás no?
Eres un muerto entre los muertos. . . se te fue la vida con un huracán de aliento.